Jesús A. Zalama se refiere a los altercados provocados por un puñado de descerebrados después de la derrota del Real Valladolid en La Rosaleda.
Creo que no puede haber noticia más propicia para esta sección que la que el otro día nos sirvieron unos cafres a la salida del autobús del equipo del estadio de La Rosaleda. Sí, nos apedrearon el autobús partiendo, por lo que se sabe, alguna que otra luna.
Determinados medios se dedicaron a difundir fotos del supuesto autobús del Real Valladolid con su cristal delantero roto, pero la mayoría remitían en realidad al autobús del Levski de Sofía búlgaro tras un encuentro con el AIK Estocolmo sueco, en el que los oriundos de ese país, a los que tantas veces ponen como ejemplo de civismo, se comportaron igual que los cuatro descerebrados del otro día en Málaga.
La noticia saltó entre los clamores de los aficionados del Real Valladolid tras lo visto en el terreno de juego: un Real Valladolid combativo fue remontado por un Málaga CF que contó con una -no necesariamente premeditada- ‘ligera’ ayuda del árbitro. Fue la gota que colmó el vaso de la paciencia de muchos aficionados blanquivioletas, y aunque en un principio se dio relevancia al hecho, pocas informaciones encontramos al respecto unos cuantos días después.
Es #lamentable que cualquier afición apedree el autobús del equipo rival, más incomprensible aún es que lo haga cuando entre los dos equipos no existe ninguna conflictividad más allá de la que se pueda presenciar en el terreno de juego, pero esto no es todo. Al Real Valladolid le perjudicó un grave error arbitral en La Rosaleda, y como «a perro flaco, todo son pulgas», al grupo de tontos de turno se le ocurrió la brillante idea de, cual Deucalión, comenzar a arrojar piedras, esta vez no convertidas en hombres, sino arrojadas por burros.
Fuesen cuatro o 40, una vez más quedó demostrado cuán poco civilizada puede ser la gente, tanto en Málaga como en la China; como también pudiera pasar aquí. Sin embargo, algo me dice que en Valladolid nunca acabaríamos a pedradas contra el autobús de un equipo al que el juez castigó ya bastante, caso del Espanyol; no tendríamos esa desfachatez.
Volviendo a hablar de burros, sin que vuelvan al trigo -por tratarse de quien se trata- ni ahondar en ello, mención aparte merecen los insultos racistas contra Manucho… o no. Cuanta menos publicidad se dé a esos hechos, incluso denunciándolos, menos se recompensará tan burdo acto.