El presidente del Málaga, Al Thani, ha pasado de invertir algo más de ciento cincuenta millones de euros en dos años a no aportar más dinero a la entidad blanquiazul.
La industria de los petrodólares llegó al Málaga CF hace algo más de dos años de la mano de un jeque-empresario qatarí, Abdullah bin Nasser Al Thani, miembro de la familia real de su país; industria creada de la nada que en los últimos tiempos hace aguas por todos los lados.
Hace dos temporadas, 2009/10, el Málaga estaba al borde del abismo, salvándose in extremis y con una situación económica que pendía de alambres.
Procedente de la nada, sin esperarlo Fernando Sanz, presidente hasta ese momento, recibió una oferta mareante para vender el club: 36 millones de euros. El ínclito jeque llegaba pisando fuente y, al menos eso parecía, dispuesto a todo.
Aceptó. El Málaga pasaba a manos de un empresario árabe que pretendía, a base de cheques en blanco, llevar al equipo de la Costa del Sol a lo más alto del futbol español y europeo. El 2010 fue el despegue de lo que posteriormente sería el ‘EuroMálaga’ con Rondón, Camacho y Sandro Silva –entre otros- como protagonistas y capitaneados por el chileno Manuel Pellegrini. Su inversión inicial aproximada de unos ocho millones no llamó mucho la atención de la afición malacitana, aunque sirvió para acabar en la undécima posición de la Liga de la temporada 2010/11.
Lo bueno, el despilfarro y los petrodólares, llegó en el verano de 2011; dos meses calentitos y moviditos en las oficinas de la entidad blanquiazul. Al Thani invirtió, unos dicen que cien, otros que ciento cincuenta millones, de los cuales ochenta fueron para traer a grandes nombres del fútbol mundial: Van Nistelrooy, Buonanotte, Mathijsen, Toulalan, Monreal, Isco, Cazorla… y seguro qe algún que otro nombre se queda en el tintero.
Tanto tirar de talonario y poner sobre la mesa cheques en blanco terminaría dando sus frutos. El Málaga conseguiría clasificarse para la competición más prestigiosa de Europa, la Champions League. El jeque Midas, ese rey que todo lo que tocaba lo convertía en oro, logró su propósito.
Pero tanto derrochar, tarde o temprano (en este caso más bien temprano), tendría sus consecuencias, ya que el club malacitano ha tenido que volver a la cruda realidad de equipo humilde, entiéndase esto, en términos económicos.
A finales de la temporada 2011/12 saltaron todas las alarmas en el conjunto andaluz. Fernando Sanz y Fernando Hierro abandonaron sus respectivos cargos sin más motivo que el «no sentirse a gusto», se destaparon deudas con Hacienda y varios jugadores (Cazorla, Rondón, Mathijisen y Van Nistelrooy) denunciaron al club ante la AFE por el impago de dos meses de sueldo.
Y, por si esto no fuera suficiente, clubes como Osasuna, Villarreal, Hamburgo, River Plate o Valencia, algunos de los clubes que creyeron en Al Thani, lo acusaron de no cumplir con los plazos de pago establecidos por el traspaso de varios de jugadores franquicia del equipo que prometía ser el PSG español.
Ante este cruce de acusaciones, Abdullah Ghubn, vicepresidente y mano derecha del jeque, salió en defensa del magnate catarí y sus intereses con unas polémicas declaraciones: «Nos sentimos atacados. No entendemos el por qué, aunque a veces pensamos que nos atacan por ser árabes».
Estas palabras no sentaron nada bien en el seno de los clubes implicados, especialmente del Valencia, ya que entendían que indirectamente se los tachaba de racistas. Y, no contento con esa frase, Ghubn añadió: «Cualquiera que intente dañar la imagen del club no lo va a pasar bien».
Después esta serie de denuncias y acusaciones varias, el jeque Midas se hartó y puso en venta el club. Solo habían pasado dos años desde que decidiera pagar 36 millones por un proyecto megalómano y fallido, por el que un grupo albanés mostró un interés que no fue a más, por lo que el mandamás árabe sigue siendo presidente. Eso sí, sin invertir un euro más.
Ante esta nueva coyuntura, la organización interna del Málaga se ha visto obligada a reestructurarse para reducir un presupuesto de ciento cincuenta millones a setenta, misión harto complicada, ya que el club debería conseguir ese ‘dineral’ a través de las taquillas, los patrocinios y los derechos de televisión.
Derechos televisivos… La cantinela de todos los años. O no. Al Thani, a través de su cuenta oficial de Twitter, no se mordió la lengua y habló de corrupción, sobornos y evasión de impuestos en la Liga española, y pidió «unos derechos más equitativos y que no estén regidos por un sistema en el que predominan la corrupción y los sobornos por parte de algunos equipos».
Ante las acusaciones hacia su persona sobre cuestiones semejantes a las que él denunciaba, tuiteó: «Es un desastre, también hay otros clubes que evaden impuestos y sabemos bien cuáles son… Si esto continúa así, será muy perjudicial para la reputación de la Liga». Ante este escándalo de corrupción, sobornos y evasión de impuestos el catarí hace un llamamiento a los medios de comunicación «que no se encuentren politizados por los grandes clubes»… si es que existen.
En Málaga uno podía ver una ciudad, un club y una afición que creyó salir de la caverna del mito cuando apareció Abdulla bin Nasser Al Thani con sus yates, mansiones, coches de lujo y maletines repletos de billetes. Por fin, alguien daba la sensación de ir a velar por el equipo. Pues bien, esa alegría se está convirtiendo en silencio, distancia y frustración, ya que el jeque apenas pisa por Málaga. Controla el club a través de emisarios y se comunica -muy rara vez, dicho sea de paso- a través de redes sociales y con escuetos mensajes.
Al Thani, un empresario más, al fin y al cabo, ve cómo su negocio futbolístico no produce todos los beneficios que él quisiera. Hasta el momento la inversión en el Málaga no le ha hecho aumentar su fortuna; más bien lo contrario. En conceptos de Champions (cobrará unos veinte millones esta temporada), derechos de televisión, patrocinios y taquillas, su empresa ‘solo’ gana unos cincuenta millones por los ciento cincuenta que aproximadamente él ha invertido.
Tan efímera como desconcertante es la alegría en la casa de los pobres y el Málaga lo es, aunque cueste reconocerlo. Un jefe fantasma que ve al club como un negocio más y que, ante la delicada situación actual, su respuesta es el silencio.