Paco Jémez está convirtiendo al Rayo Vallecano en el equipo ‘más ofensivo’ de la Liga. Verticalidad, presión alta, acumulación de jugadores en campo rival y defensa de tres centrales definen parte de sus características.
Paco Jémez se enfrentó este verano a la disyuntiva más intensa de sus últimos años. O reconstruir a un Córdoba aturdido por acariciar la gesta y no poseerla, o buscar otras nuevas, en otro destino. Extender su personalidad a tierras más acostumbradas a lidiar con la élite, pero ávidas de alternativas al juego. Jémez es esa alternativa.
Decidió unirse al Rayo el veintidós de junio, después de rescindir la cláusula de rescisión que lo mantenía vinculado con el equipo cordobés. La atracción de dirigir en la máxima categoría superaba cualquier otro reto. Incluso el de devolver al equipo de su sangre, después de cuarenta años, al máximo escalón del fútbol.
Un año antes de girar su destino, el excentral internacional con la selección nacional y de equipos como el Deportivo, en el que compartió escenario con Miroslav Djukic, Zaragoza o Rayo –el franjirrojo fue el primer equipo con el que jugó en Primera- retornaba a Córdoba.
Una segunda oportunidad para generar los silencios que no existieron tras su cese como técnico del club andaluz en marzo de 2008. Había agarrado por primera vez el timón de un equipo de categoría profesional, el Córdoba, pero no tuvo tiempo, ni los mejores resultados –sobre los que gira el globo del fútbol, que quiere explotar Jémez con su aguja impregnada de una valentía que roza lo desmedido, pero también lo extraordinario-.
En la esfera de los intrépidos, también existen espacios en los que la reivindicación tiene voz. Ese espacio lo encontró el técnico de Fátima –barrio de la capital cordobesa-, en el EFESÉ Cartagena de Segunda División B.
Los blanquinegros, olvidados, flirteaban con la posibilidad volver a acceder a la fiesta de los mediáticos, aunque en la división de plata continúen siendo pocos quienes ostentan esta definición. Fabri, entrenador en aquella etapa del EFESÉ, había situado al conjunto cartagenero en una plausible situación en la tabla clasificatoria, pero las desavenencias con el club desembocaron en un desenlace previsto: su destitución en febrero de 2009.
Paco Jémez veía ante sí el objetivo más ambicioso que había registrado en su currículum como preparador, devolver al FC Cartagena a la Segunda División. Entonces, en una tarde de mayo en El Collao alcoyano, un gol nacido de las botas de un exblanquivioleta, Carlos Carmona –quien asistió para que Juan Pablo marcara el tanto definitivo que resolvía la eliminatoria a favor del EFESÉ-, hizo posible la gesta. Jémez cumplía.
Aun así, no prolongó su estancia en Cartagena. Y tuvo que esperar hasta que, la ciudad que le había visto nacer –aunque pronto cambió las islas por Córdoba-, lo acogía para llevar a la UD Las Palmas hacia una salvación que veían tambalear a tan solo diez jornadas para la conclusión del campeonato –en abril de 2010-.
Sergio Kresic, extécnico del Real Valladolid, había dejado al equipo amarillo asfixiado por una dinámica negativa que los obligaba a luchar por desprenderse de los miedos del descenso. Jémez logró evitarlo gracias a un sufrido triunfo por un gol a cero ante el Nàstic de Tarragona en la última jornada.
Cumplida su misión, la renovación con el club grancanario era un hecho. Con la posesión de más tiempo para desarrollar la estrategia que lo haga perdurar, realizó un inicio de campeonato ilusionante, en el que Las Palmas exhibían un estilo de juego atractivo, vertical, reflejo de Jémez en sus futbolistas.
Pero, de nuevo, las derrotas se antepusieron a la paciencia. Los canarios se precipitaban al vacío sin que él pudiera sostenerlos. La derrota ante el Granada de Fabri –a quien sustituyó en el Cartagena- por cinco goles a dos lo relegó al despido, a la sombra.
En un plano secundario aguardó. Su equipo de siempre, el Córdoba, lo quería, otra vez, para comandar la reestructuración que iban a llevar a cabo en un contexto de fragilidad económica. Ante los problemas, descubrieron y aunaron jugadores que pasaron de la nada al todo. De la medianía al primer plano.
Paco Jémez impulsó un sistema de juego. El que tenía dentro y pudo mostrar, a fogonazos, en Las Palmas. Y el que desarrolló en toda su extensión, solo seccionada por la derrota en la fase de promoción de ascenso con el Real Valladolid.
Alrededor de su idea giraba el mediocentro Javier Hervás –organizador, capaz de jugar por delante y por detrás de balón-, eje del equipo que generó una ilusión ya desconocida en la ribera del Guadalquivir; también, Borja García y su talento ofensivo, o la verticalidad de las bandas cordobesistas y la presión alta a la que sometían a todos sus adversarios.
Jémez no tuvo ningún miedo en el Nuevo Arcángel, lo que aceleró el éxito de un equipo que será recordado por la intensidad y el espectáculo que ofrecían.Ahora, sin temor, con las mismas premisas que describen su ideario, el entrenador cordobés se sienta en un banquillo de Primera División. Tal vez, desee ver en el Rayo a aquel Córdoba que pudo ser y fue a medias. Pero, lo que parece evidente, es que el próximo desafío de Jémez es perdurar y que lo haga el Rayo más ofensivo.