Juan Carlos Alonso, delegado del Juvenil División de Honor del Real Valladolid, se acuerda en medio de la celebración de todos los ascensoristas anónimos; de toda esa gente a la que pocos ponen nombre, pero cuya labor hace que ellos sean también parte importante del salto de categoría.
«Somos Valladolid» y «Somos de Primera» son algunos de los mensajes que durante gran parte de la temporada aficionados y club hemos lanzado de forma unísona al mundo futbolístico. Pasadas unas horas prudenciales y huyendo de la resaca de las celebraciones podemos afirmar en voz alta que tal hecho está consumado. Es el momento de agradecimientos, felicitaciones y sobre todo del análisis para saborear con fuerza el éxito que sabemos que en fútbol es muy efímero.
A veces olvidamos de cómo el futbol es un juego que en ocasiones no se controla, pero que vigilando y cuidando los famosos detalles que definen partidos nos permite obtener los objetivos que buscamos.
El primer detalle ha sido la apuesta clara y definida por respetar el juego para que el juego te respete a ti, tanto por la forma alegre y divertida de practicarlo como del comportamiento dentro del terreno de juego evitando sanciones disciplinarias innecesarias.
El otro detalle y con mayúsculas es todo lo que rodea a los grandes héroes, que son los empleados y colaboradores. Prueba de ello es el gol que nos lleva a primera división, pues detrás del pase entre líneas de Sisi estaban Piti y Tasio, cuya sonrisa desde conserjería daban los buenos días al manchego durante la temporada.
La conducción y pase de Óscar pertenecen a Carlos, que desde el bar de Los Anexos más de un caldo en los fríos inviernos ha servido al salmantino; y el remate de Guerra fue posible gracias a los cuidadores del campo, que con su buen estado impidió que un bote inoportuno hubiera frustrado la ocasión.
Estos nombres son una pequeñísima representación de todos los que conformamos el espíritu blanquivioleta, que junto con afición y medios de comunicación volvemos asomar a la ‘Liga de las Estrellas. Allí donde vamos, ¡que tiemblen!, porque seguro que ellos no tienen estos héroes anónimos, por más que se viesen inmersos en todas las dificultades posibles nunca perdieron la alegría de ser de primera.