Francisco Arranz, columnista de El Norte de Castilla, define el fútbol de Álvaro Rubio, el arquitecto capaz de bosquejar, con su entrada a mitad de temporada, el mejor juego del equipo en todo el curso.
Su aspecto frágil, baja estatura y rostro sereno transmiten una gran personalidad, afecto, cercanía, solidaridad. Sin haber hablado nunca con él, sólo contemplando su cara y su carácter, se le nota que es honrado, reservado, íntegro, amigo de sus amigos, que tiene un talento especial.
Álvaro Rubio Robres (Logroño, 1979) es un buen ‘mánager’. El buen manager de un equipo, sea deportivo o empresarial, no tiene por qué dominar todos los puestos de su organización, de lo que debe ser capaz es de sacar lo mejor de cada uno de los colaboradores que tiene a su cargo. Y eso es lo que ‘el arquitecto’ mejor sabe hacer. A su lado todos parecen mejores.
Durante una parte de la temporada fue suplente. Llegó a desaparecer incluso de las convocatorias. Jamás se le escuchó una palabra de crítica hacia el entrenador o sus compañeros. En la segunda vuelta, justo desde la épica victoria en Elche, se hizo con un puesto fijo en el medio centro del equipo que coincidió con la mejor racha blanquivioleta y ya nadie se lo arrebató hasta la desgraciada lesión que le ha mantenido inédito en el play-off (para el club y los aficionados, Play On) hasta el último y definitivo partido.
Djukic no tardó en darse cuenta de que Álvaro posee algo que muy pocos tienen: hace mejores a los defensas (en muchas ocasiones se sitúa en el puesto de líbero para permitir que los centrales se abran a las bandas y que los laterales suban para surtir de centros a nuestros atacantes). Hace mejor a Víctor Pérez (le ofrece siempre un pase y una salida ante la presión del rival). Hace mejor a nuestros extremos (se da cuenta cuando nadie ve a Nau o a Sisi de que están solos y pueden centrar).
Rubio ha sido y es un jugador absolutamente clave en el éxito de esta temporada en la que el Real Valladolid acaba de regresar a primera división. Porque demuestra tanto compromiso como los otros dos capitanes (Baraja y Sisi). Porque pocos futbolistas encarnan a la perfección el sentido de equipo y de grupo, y la clase técnica que Álvaro posee. Porque es un veterano que no busca el reconocimiento constante. Porque es un trabajador infatigable. Y porque es –junto a Sisi- quizá el futbolista más honrado de esta excepcional plantilla.