Antonio Aragoneses vuelve a celebrar un ascenso a primera. Un ascenso que le trae a la mente tristes recuerdos, pero que no le han impedido ser uno más en la alegre fiesta de quien celebra en Plaza Zorrilla su vuelta a casa.
¡Por fin! Cinco años nos ha costado encontrarnos de nuevo. Cinco años sin hacerte ni una pequeña visita… Perdona, pero como bien sabes, la última vez que estuvimos juntos no salí muy bien parado; aunque sabemos que todas las parejas discuten, y nosotros no íbamos a ser menos.
Para mí esta sensación totalmente nueva. Estar otra vez en Plaza Zorrilla, con tantas gargantas cantando al unísono, y no escuchar sirenas de ambulancias de fondo, es… cómo definirlo… ¡LA HOSTIA!
Todos y cada uno de los que sentimos al Pucela merecemos este gran triunfo, pero dejarme tomarme una pequeña parte de este ascenso. Digamos que el destino me debía una, y bien grande.
Hace cinco años ese destino -que no el Pucela- quiso que me quedara en silla de ruedas (probablemente de por vida), pero siempre he pensado que tarde o temprano el destino me llevaría a revivir aquella noche, eso sí, con diferente totalmente diferente.
Como ya he dicho antes, es difícil definir lo que significa este ascenso para mí. Es volver a una noche de mi vida en la que todo cambió y un momento de alegría máxima que se convirtió en una losa que llevaré toda vida.
Quizá muchos me llamen loco, pero vivir este ascenso es devolverme la vida que perdí un día del mes de abril de 2007. Es tomarme mi revancha particular con el destino y decirle: «Intentaste apartarme del Pucela, pero dos corazones que son uno mismo no pueden separarse».
Ese corazón blanquivioleta que en cada latido soñaba con volver a ver a el Real Valladolid entre los mejores ha vuelto a recobrar vida. Este ascenso es lo más bonito que me ha pasado en mucho tiempo e imagino que también a muchos de nosotros.
Solamente me queda deciros dos cosas: disfrutad de este ascenso y ¡AÚPA PUCELA!