Dani Hernández, Juanito, Baraja, Jorge Alonso, Razak o Aquino son nombres que por momentos parecían olvidados. Hombres que sin embargo Sara Jorge recuerda, pues aunque apenas tuviesen minutos, el ascenso también es suyo.
Aunque en ocasiones no les quede más remedio, a ningún jugador le gusta ser suplente. Es de perogrullo recordar que al terreno de juego sólo pueden saltar de una tacada once jugadores y otros tres como posibles cambios. Por regla general, el que es titular está contento; el que es suplente, no.
Sin embargo, gracias al cielo, Miroslav Djukic no ha tenido que lidiar esta campaña con ningún jugador que alzase la voz en exceso por ocupar un puesto en el banquillo, a pesar de que algunos se han visto en su final o incluso en la grada durante parte del curso.
El buen hacer y el respeto que han mostrado los habituales suplentes del Real Valladolid ha contribuido al buen ambiente dentro del vestuario, y lo que es más importante al ansiado ascenso.
Jugadores como Juanito, Baraja, Jorge Alonso, Aquino o Razak no han disfrutado de todos los minutos que ellos hubiesen deseado -el ghanés, de hecho, ni tan siquiera ha llegado a debutar en competición oficial-, pero en ningún momento han bajado los brazos ni se han dejado llevar. Cuando el equipo les ha necesitado no han defraudado; han saltado al campo y han peleado por cada balón, como en cada entrenamiento.
Varela y Lázaro son dos casos un tanto diferentes. Ambos, no han podido disfrutar de minutos con el conjunto blanquivioleta por la mala suerte. Las lesiones no les han permitido tener continuidad. En el caso de Varela fue la espalda y en el de Lázaro su ya recuperada rodilla, aunque no cabe duda de que de haber estado al cien por cien habrían sumado, como el resto de sus compañeros.
El único problema al que ha tenido que hacer frente la directiva del conjunto pucelano ha sido la espantada de Saná durante las vacaciones de Navidad, un pequeño contratiempo que se solucionó sin mayores complicaciones a pesar del conato de incendio con el que el amante de las cárceles amenazó y que no ha afectado para nada al buen rendimiento del equipo.
Mientras los anteriores trabajaban por recuperarse y sumar, dos hombres, José Salcedo y Sergio Matabuena, no tenían ni tan siquiera su ligero estímulo, su gancho al equipo. Sin embargo, a pesar de no tener ficha federativa, han seguido entrenando con una profesionalidad casi pasmosa y hoy disfrutan del ascenso como los demás soldados.
Mención especial se merecen Dani Hernández y Javier Baraja. Si no se hubiese lesionado Jaime en el primer partido de play-off lo más seguro es que el espigado meta también estaría dentro del grupo de jugadores casi olvidados y que han terminado la temporada casi en blanco, pero finalmente no ha sido así.
Los play-off han sido su gran prueba de fuego, superada de manera notable. El meta jamás ha alzado la voz ni se le ha visto un mal gesto, a pesar de que en su calidad de internacional con Venezuela quizá podría haber abierto la boca, como es habitual en situaciones semejantes. La suya sin embargo se mantuvo cerrada, y cada vez que ha tenido que saltar al terreno de juego para sustituir a Jaime lo ha hecho con confianza y seguridad.
Javier Baraja, por su parte, es desde hace ya algún tiempo uno de los capitanes del equipo y uno de los artífices del último ascenso a la máxima categoría.
Aunque esta temporada no ha gozado apenas de minutos, su temple y serenidad dentro del vestuario han sido fundamentales para lidiar con los problemas y las dudas -pocas- que se han ido presentando a lo largo de la temporada, aportación tan importante como si hubiese hecho un buen puñado de goles.
Esa capacidad de mantener la calma y ayudar a tejer la unión del vestuario ha sido una de las claves del éxito cosechado por el conjunto de Djukic, algo que va en su carácter y en los colores blanquivioletas que porta de cuna.
Tampoco hay que olvidar a los jugadores del filial que también han contribuido a lograr el sueño del ascenso. Tekio y Mongil son el ejemplo más claro.
Han gozado de pocos minutos con el primer equipo, o por lo menos no tantos como probablemente habrían deseado, pero cuando han ido convocados y han tenido de la oportunidad de disputar unos minutos no han desentonado, a pesar de su juventud e inexperiencia.
Pese a estar sentados al final del banquillo, allí donde Djukic ha mirado en escasas ocasiones, todos ellos han demostrado una gran humildad y compromiso con el club y con el objetivo, al que sin hacer ruido han aportado. Con una conducta extradeportiva intachable y sin alzar jamás la voz. Por poco que hayan jugado, no cabe duda de que el ascenso es también suyo.