Ambos jugaron en al equipo pucelano hace años. El sevillano, en primera; el delantero madrileño, sin embargo, no pudo hacerlo. Ahora, pasado el tiempo, retornan a Valladolid con una misma camiseta: la amarilla del Alcorcón.
Fernando Sales vuelve al José Zorrilla, su hogar hace mucho tiempo. Desde que abandonó el Real Valladolid con el descenso a segunda división en el curso 2003/04, han ocurrido muchos acontecimientos en el mundo del fútbol.
El Barcelona comenzaba a encajar definitivamente sus piezas, unas tomadas de La Masía, otras del exterior, y dominaba el fútbol mundial. El Real Madrid anhelaba volver a ser galáctico, pero no quería ni oír hablar de aquel vulgar epíteto que tan mal hizo en el club de la capital.
El Sevilla, tercero en discordia con un Valencia que -asfixiado por el poder de Barça y Real-no vería más la cabeza de la clasificación, se hizo con sus servicios después de cuatro temporadas. Sales no se lo pensó. Volver a su casa de primera división, donde le esperaba un equipo que crecía día tras día conllevaba un ascenso personal. Pero salió de Zorrilla por la puerta de atrás.
Valladolid, seguramente, vio el mejor fútbol de un Fernando Sales cuya carrera cayó en picado desde se marchó del club pucelano. Jugador de banda, diestro, destacaba en el Real Valladolid por su velocidad y sus centros. El año del fatídico descenso, fue uno de los jugadores que más destacó.
Prometía tanto que, al final, las expectativas puestas en él terminaron por derrumbarlo. En el Sevilla permaneció tres temporadas, en las que el equipo logró dos copas de la UEFA, una Copa del Rey y una Supercopa de Europa. Fernando no fue una pieza importante en aquellos triunfos.
El Sevilla era definido como uno de los mejores equipos del mundo gracias a su exitosa temporada, pero Sales terminó fuera del club. También, por la puerta de atrás.
Entonces, desdenció el peldaño de la Liga de las Estrellas para recalar en el Celta de Vigo. Desde aquel traspaso, no volvería a jugar en la competición más importante de España.
Con la treintena como peso, del club vigués pasó al Hércules de Alicante. En ninguno de ambos conjuntos mostró el nivel que se le suponía. Los años pasaban y el sol no brillaba demasiado en su carrera. Sustituyó el equipo herculano por el Albacete. Pocos kilómetros de cambio para un futbolista que vislumbraba el ocaso de su carrera.
Su última parada, después de años de viajes y decepciones, fue Alcorcón. El cuadro alfarero estrenaba traje nuevo, en la Segunda A, división que nunca antes había visitado. El veterano Sales colaboró en la más que correcta campaña de un Alcorcón que no tuvo ningún problema para conseguir su objetivo principal: la salvación.
La campaña vigente es la segunda del sevillano con los amarillos. Nunca, desde su marcha de Sevilla, ha permanecido en un equipo más de una temporada. Tampoco ha habido estadio que más le haya visto formar en la banda derecha que el Nuevo José Zorrilla, ni probablemente lo volverá a haber.
Quizá, podrá entrar en esa categoría imperecedera de jugadores sobrevalorados. Aquellos que prometían algo al final no mostrado. Quizá, una ambición desmedida le privó de la regularidad necesaria para cruzar la línea de la mediocridad. O, tal vez, se equivocó en su elección.
Otro de los actuales jugadores del Alcorcón, que en el lejano pasado formó parte de la disciplina blanquivioleta, aunque en el segundo equipo, fue Borja Pérez. El delantero madrileño, que en Valladolid no tuvo su oportunidad, se ha convertido en un futbolista recordado. Y como todo buen delantero, por anotar goles especiales y trascendentales.
Comenzó en las categorías inferiores del Real Madrid cuando aún era muy joven. En la cantera del club blanco no tuvo fortuna, por lo que cambió de escenario para desarrollarse como futbolista. Su primer destino, Leganés.
En la entidad pepinera disfrutó de sus primeros momentos de gloria. Caprichoso destino, los viviría ante el Real Madrid; y más caprichoso si cabe, en Copa del Rey. Su torneo. Corría la temporada 2003/04 y el Leganés vivía su última campaña en segunda división. En dieciseisavos de Copa del Rey, le tocó el gordo: el Real Madrid.
Los de Queiroz visitaban Butarque, un estadio henchido de emoción por vivir un encuentro de esa talla. Lo que no sospechaba el equipo de Roberto Carlos, Raúl y compañía es que esa hipermotivación podría poseer a los jugadores del Leganés a ese nivel.
La sorpresa no llegó, aunque poco faltó. El delantero que a punto estuvo de escribir con letras de oro en esa cita tan especial era Borja. El ex pucelano anotó dos tantos que no sirvieron para derrotar a los merengues, pero sí para situar el nombre del equipo blanquiazul en un escalafón más elevado, aunque fuera por poco tiempo.
De Leganés pasó al Real Valladolid Promesas en la temporada 2005/06. En ella, consiguió trece tantos con el filial blanquivioleta. Con veintitrés años, las intenciones inmediatas pasaban por tener ficha con el primer equipo. Hizo la pretemporada con el Real Valladolid en Austria. Sin embargo, a la vuelta, el club prescindió de él.
Así, se marchó al Alicante donde completó una gran campaña que le llevó a disputar la fase de promoción a Segunda División A. Tuvo que esperar un año para, esta vez sí, conseguir el ansiado ascenso a la segunda liga de España.
El Real Madrid de Schuster volvió a cruzarse en su camino, en la segunda temporada del atacante madrileño en el conjunto celeste, y lo hizo en Copa del Rey. Borja marcó sendos goles: uno, de penalty, en la ida; el otro, en el Bernabéu, haciendo temblar a más de uno.
Significaba el tanto del empate. Pero el equipo madridista, de nuevo, volvió a llevarse el partido en los instantes finales. Borja contaba cuatro goles marcados a ‘su’ equipo de siempre.
Pese a su elevada cifra goleadora en Copa, la suerte le daba la espalda en el torneo. Dos enfrentamientos, dos decepciones. Lo que no sabía es que el azar le esperaría a la vuelta de la esquina para ofrecerle una tercera oportunidad, en forma de deseo, que aceptaría con ímpetu.
Lo primero que tenía que hacer era cambiar de escuadra, le avisó el azar. En Alicante vivió una felicidad sin igual gracias al ascenso a Segunda A, pero el equipo alicantino sólo permaneció en ella durante la temporada 2008/09, descendiendo a la liga de bronce al término de ésta.
En 2009, por tanto, cambió de casa. Su destino, y hasta ahora el último, fue Alcorcón. En la ciudad madrileña, vio cumplido dos deseos. A uno de ellos le denominarían ‘Alcorconazo’. El segundo supondría el ascenso del Alcorcón a la Segunda División A.
El Real Madrid volvía a esperar en el torneo de Borja. El veintisiete de octubre de 2009 se convirtió en un día para el recuerdo eterno. Un día clavado en las retinas de todos los aficionados alfareros.
Los amarillos hacían historia al endosar en el Estadio Santo Domingo un cuatro a cero al Real Madrid de Pellegrini. Borja Pérez acrecentaba una estadística para enmarcar: convertía dos goles más al equipo madridista. El que abría la goleada y el que la cerraba, gesta que le convirtió en uno de los máximos artilleros en Copa del Rey ante el cuadro de Chamartín.
De los seis tantos logrados frente al Real Madrid, los dos últimos hicieron daño a la afición blanca y fueron definitivos en el futuro del técnico uruguayo, ahora en las filas del Málaga.
En siguiente ronda, el Alcorcón cayó derrotado ante el Racing de Santander, pero terminó consiguiendo su primer ascenso a la liga de plata, donde ahora compite, dejando un buen sabor de boca.
El delantero del nombre interminable -Borja Javier Pérez-Peñas Díaz-Mauriño- tuvo que salir de Valladolid para evolucionar en una carrera que le ha concedido algún deseo que otro. Pero lo más trascendental, es que ha ayudado notablemente a cumplir el deseo de muchos aficionados del Alcorcón. Fernando Sales se alejo de Valladolid, ilusionado por disfrutar de un club con aspiraciones altas, pero su senda fue estrechándose en cada paso que daba.
Fernando Sales y Borja Pérez: Trayectorias dispares cruzadas en Alcorcón. Jugadores que un día vistieron de blanquivioleta, volverán el sábado a la que fue su casa, Valladolid.