El conjunto ‘blanquirosa’ suma un punto (o-o) en el Cartagonova que le mantiene como segundo clasificado, en ascenso directo.
El Real Valladolid sigue sumando a domicilio, aunque ha olvidado el sabor de la victoria lejos de Zorrilla. La única llegó en Tarragona en la primera jornada de Liga. Con todo lo jugado y hablado, cumple la media inglesa a rajatabla: gana en Zorrilla y suma fuera.
Los ‘blanquirosas’ por un día, llegaban a Cartagena con las sensibles bajas de Nauzet, Javi Guerra y Nafti. La ausencia del canario por motivos personales sembraba las dudas en la banda derecha. La banda de la discordia.
Djukic terminó por alinear a dos futbolistas a pie cambiado en esa parcela del terreno de juego: Marquitos en el extremo y a Balenziaga en el lateral derecho.
En el centro del campo, Álvaro Rubio intentó olvidar la soledad dejada por Nafti; y en el ataque, de nuevo, el angoleño Manucho conviviendo bajo el compromiso del gol. Un jugador, en su momento desterrado, y ahora solución ante la baja de los tres atacantes pucelanos: Guerra, Alberto Bueno y Daniel Aquino -aunque éste último se sitúa por detrás del internacional angoleño en las preferencias del técnico serbio-.
El encuentro en Cartagonova no pasará a la historia imborrable, ni por la llamativa equipación del conjunto vallisoletano, porque ni hubo fútbol ni emoción. En la primera mitad de partido, el Real Valladolid no dispuso de la pelota como acostumbra, pese a la idea inicial del EFESÉ de apostar por la espera y el contragolpe. Tampoco disfrutó de sentir el dominio en el campo rival, como hacen los equipos que se muestran y se saben superiores. Los de Djukic no se supieron directores del juego. No directores eficaces.
El equilibrio que se vivía en el choque evidenciaba la justicia del empate. El ‘pucela’, si bien poseía un ligero control sobre el rival, carecía de la profundidad que pueden ofrecer los extremos. Estos, a banda cambiada, fabricaban jugadas que se desvanecían en la mediapunta.
Sin embargo, en partidos donde la oscuridad vence a la brillantez, pequeñas individualidades o momentos puntuales aparecen para acelerar corazones pausados.
Óscar, tras una jugada de estrategia a balón parado, remató al travesaño de la portería defendida por Reina la pelota servida por Víctor Pérez. Por parte del conjunto local, Collantes lanzó un latigazo que desvió Jaime en una de las ocasiones más claras de los blanquinegros.
Pasados los minutos de descanso, saltaban al césped los mismos once jugadores que habían disputado un primer round sin golpes dolorosos.
El Real Valladolid tuvo más dominio de balón, pero no encontró el código que le abriera las puertas del gol. La entrada en el campo de un extremo ‘puro’ como Jofre por Marquitos trasladaba a Sisinio a su banda ‘natural’ y ubicaba al ’11’ catalán en el lado izquierdo. Así, parecía que el equipo podría crear más peligro desde unas bandas repletas de posibilidades. Sin embargo, la situación no cambió.
De hecho, el partido languidecía hasta que Jaime apareció para evitar el tanto local al parar por bajo un cabezazo dentro del área. Después, Óscar tuvo en sus botas el triunfo, pero Reina desbarató su disparo. El centro del campo volvía a sufrir cambios ya que Álvaro Rubio fue sustituido por Baraja. Las permutas, para más inri, no surtieron efectos positivos para el Real Valladolid.
La medular terminó por completar su transformación con la inesperada entrada del luso Saná por el mediapunta Óscar. Imprimió el vigor que necesitaba el equipo pucelano dando velocidad en la zona de aceleración, colaborando en la parcela lateral derecha y sirviendo un centro desde ese mismo flanco que a punto estuvo Manucho, más desapercibido en el segundo tiempo, de rematar.
Con el empate a cero, el Real Valladolid continúa sin vencer fuera de casa, pero sin caer derrotado. Para los positivos, los partidos de este cariz significaban derrotas la pasada campaña. Para los negativos, este ‘pucela’ no encuentra la tecla para jugar un fútbol amable y eficaz no sólo en el Nuevo José Zorrilla. Para los realistas, los blanquivioleta son capaces de poner una marcha más a domicilio, y esa es su responsabilidad. Sin ganar fuera, pero en ascenso directo.