
Pedro López Muñoz, natural de Torrent, y que tantos momentos significativos ha vivido con el Real Valladolid, vuelve a su tierra, Valencia, para jugar en el Levante UD durante las próximas tres temporadas. Así, cumple con su sueño de retornar a Primera División y en la tierra donde dio sus primeras patadas a un balón.
Seis años ha vestido la elástica blanquivioleta. Tres de ellos, en la liga de las estrellas; los otros tres, en la categoría de plata. Durante todos estos años ha disputado la mayor parte de los encuentros de la temporada, 168 en total desde que llegara en la temporada 2005-2006, erigiéndose como titular indiscutible para todos los técnicos con los que ha entrenado.
Con todos, salvo con el último, Abel Resino. Y es que, en la temporada 2010-2011, Pechito, como se le conoce cariñosamente dentro del vestuario y entre la afición, ha vivido montado en una montaña rusa de emociones positivas y negativas.
El día más alegre del último curso lo vivió en la víspera del primer partido de playoff ante el Elche, cuando abandonó la concentración para ver nacer a su segundo hijo, Lucas. En la misma temporada, por el contrario, perdió la oportunidad de jugar de inicio, como él estaba acostumbrado, hasta entonces, con “su” equipo. Un chico llamado Antonio Barragán fue pisándole los talones hasta que lo relegó a una suplencia poco habitual en el segundo capitán de la primera plantilla.
No obstante, pese a una etapa final en la que no ha estado tan cómodo como hubiera preferido al disfrutar de pocos minutos, Pedro López ha calado en la afición pucelanista desde que llegó.
Si por algo será recordado ese lateral amigable, sonriente y simpático, es por su entrega en el campo, lealtad al Real Valladolid y, también, por el golazo que hizo temblar el Estadio Nuevo José Zorrilla y dio la vuelta al mundo en la temporada 2007-2008, cuando, desde 30 metros, chutó fuerte y seco hacia la escuadra de Iker Casillas, en un partido que terminó con empate a uno y en el que el nuevo proyecto de Mendilíbar en Primera División iba a mostrar una seña de identidad que no perdería hasta dos temporadas después.
Con 28 años, se marcha un jugador que ha vivido grandes momentos, y otros no tanto, en el Real Valladolid. Como recuerdo imborrable, el ascenso en el Heliodoro; como pesadilla más cercana, el último descenso a Segunda División. En su despedida, no ha querido olvidarse de todas las personas que le han ayudado en su dilatada etapa dentro del conjunto vallisoletano. Para ello, ha redactado una carta publicada en la web oficial del club.
En ella, ha querido referirse a Carlos Suárez, del que tiene palabras de agradecimiento por avalar su fichaje, confiar y trabajar bien durante las temporadas en Zorrilla. A Caminero le reconoce su apuesta por él para empezar en el proyecto que confeccionó.
Asimismo, da las gracias a todos los compañeros con los que ha compartido vestuario en los seis años vistiendo la blanquivioleta, a los técnicos que le han dirigido y al cuerpo técnico que le ha ayudado cuando su lesión le golpeaba una vez tras otra.
No se ha olvidado, tampoco, de los trabajadores de club, de esos que no salen en portadas y que han significado mucho para él.
Por último, se dirige a la afición, utilizando su palabra más común en la despedida: gracias. El ya jugador del Levante afirma que siempre recordará a la hinchada con mucho cariño, y agradece el respeto y afecto recibido, además del compromiso con el equipo.
Nunca olvidará el momento en que se embarcó hacia Valladolid en búsqueda de una ocasión para prosperar como futbolista y como persona. Nunca olvidará la ciudad que vio nacer a sus dos hijos, Ariadna y Lucas, que ha buen seguro apoyarán al Real Valladolid, aunque su padre juegue, a partir de ahora, en su tierra natal.