
Suele decirse que el fútbol es imprevisible. Lo curioso es tampoco deja de ser un deporte rodeado de tópicos, y si éstos se prodigan, es porque realmente funcionan como tales.
A la vista del juego ofrecido esta tarde, nadie se atrevería afirmar que el Girona, a pesar de la victoria, está llamado a pelear por algo que no sea la permanencia. A priori, por lo tanto, quienes pensaban que Montilivi era un feudo asequible para puntuar, no andaban desorientados.
Sin embargo, si por algo la Liga Adelante es, desde todos los puntos de vista, una categoría particularmente «indeseable» es porque cualquier está capacitado para «pintarte la cara». Basta tener fe en tus propias posibilidades, y aplicarse con la misma determinación en el empeño.
Algo de todo ello, sino buena parte, nos dejó el Girona-Valladolid. Un encuentro típico de Segunda División que el conjunto local se encargó de convertir en una losa para los de Gómez.
No obstante, el Pucela empezó mentalizado con la idea de llevarse algo positivo de su visita a tierras gerundenses. De hecho, durante la primera media hora de juego, el Girona apenas salió de su propio campo.
En ese período se produjo la mejor aproximación blanquivioleta al área contraria de todo el partido. Una buena acción de Nauzet a banda cambiada que Javi Guerra no supo remachar a la red. Mejor dicho, Santamaría, en una gran parada casi a quemarropa, se encargó de desbaratarla.
Por lo demás, ninguna noticia del choque en este primer tramo del partido. Hubo que esperar a la vuelta de vestuarios a que el árbitro interpretase que el espectáculo era cosa suya.
En una acción sin peligro, el colegiado concedió un penalti prácticamente inexistente al cuadro local. Jandro no perdonó la pena máxima y puso por delante a los suyos.
El Pucela trató de reaccionar ante la adversidad y Javi Guerra volvió a rondar el gol en otra jugada similar a la que protagonizara en la primera mitad. Sin embargo, lejos del empate, lo que llegó fue la sentencia.
Un pase de Jandro, el hombre del partido, a la espalda de Barragán sirvió para que Despotovic pusiera tierra de por medio. Gómez agotó sus cambios con la entrada de Jofre y Calle. Pero ambas sustituciones resultaron inútiles.
El Valladolid se quedó sin marcar, perdió por expulsión a Nauzet para el siguiente partido por una postrera tangana y acabó hincando la rodilla ante un rival que le enseñó, por si no lo hubiera asimilado todavía, que queda mucho camino por recorrer para tocar el ascenso.