
Un planteamiento correcto, una predisposición adecuada, una puesta en escena ilusionante y un desenlace previsible al primer traspié. Un guión al que el Real Valladolid nos tiene acostumbrados desde que Onésimo Sánchez tomase el mando de las operaciones de la nave blanquivioleta. Una embarcación más a la deriva que nunca después de la derrota de hoy en Bilbao y ante el temporal que se avecina en el horizonte con la venida la próxima semana de un Real Madrid en condición de líder de la competición.
Sobre el césped de San Mamés, Onésimo volvió a dar una vuelta de tuerca más a la alineación con el objetivo de tener un rendimiento inmediato en forma de puntos. Cambio de esquema de juego y cambio de posiciones. Pelé y Diego Costa volvieron a la titularidad para dar vida a un 4-1-4-1 en el que el portugués se colocó por delante de los centrales y el brasileño cayó a banda izquierda. Las novedades se completaron con el retorno de Marcos… para ocupar el lateral derecho.
Por momentos, los que precedieron al primer gol del Athletic, los cambios hicieron creer que el Pucela podía sacar algo positivo de La Catedral. El equipo blanquivioleta mandaba –con tres hombres al acecho– sobre la parcela ancha, y tanto Diego Costa como Manucho constituían –cada cual a su manera– referencias en ataque sobre las que cimentar un triunfo tan vital como necesario.
Un mero espejismo, nada alejado –por lo demás– de la tónica habitual de los últimos partidos, porque el dominio durante la primera media hora de juego fue tan real como infructuoso. Tan sólo un centro-chut de Diego Costa que atrapó como pudo Iraizoz, tras una buena internada por banda izquierda del brasileño; y un disparo desviado de Carlos Lázaro, incorporado en ataque, fue lo único reseñable en el bando pucelano.
Mientras tanto, el Athletic, un tanto sorprendido por la intensidad con la que el Valladolid saltó de inicio al campo, se limitó a contener el arreón en espera del mejor momento para imponer sus bazas a través del juego aéreo a balón parado.
Para desdicha de los intereses blanquivioletas, hoy no fue Llorente el que escenificó el terror vasco en las acciones de estrategia, pese a que Justo Villar evitase con una mano prodigiosa un gol cantado del ariete en la primera falta lateral de la que dispusieron los rojiblancos. Sin embargo, no hubo la misma suerte en la segunda y, en el posterior saque de esquina, Gaizka Toquero adelantaba a los «leones».
El gol tuvo el mismo efecto psicológico que el empate del Mallorca el pasado domingo. El equipo se derrumbó y el Athletic tocó zafarrancho de combate ante un rival herido. Cinco minutos después, Susaeta se plantó ante Justo Villar, lo regateó y, con todo a su favor, envió el balón por encima de la portería. Un aviso de que no iba a haber más concesiones. Así, a los diez minutos del primer gol, Toquero hacía el segundo de la noche y el segundo en su cuenta particular. El delantero alavés se quedó de nuevo solo ante Villar, tras una buena peinada de Llorente, y batió por bajo al portero paraguayo.
Por suerte, y gracias a que tenía el partido en el bolsillo, el Athletic bajó el pie del acelerador de ahí hasta el final de la primera parte y no hizo sangre de un equipo completamente aturdido. Tras el paso por vestuarios, Onésimo buscó invertir la tendencia del choque dando entrada a Medunjanin en detrimento de Carlos Lázaro.
No obstante, el resultado no solo no varió sino que pudo aumentar. Otra acción a balón parado pudo suponer el tercero si Llorente no hubiera rematado en fuera de juego otro buen centro de Gabilondo. Caparrós lo vio entonces tan claro que decidió retirar a su jugador franquicia en sustitución de la última perla de Lezama. Por su parte, su homónimo en el banquillo pucelano agotó el carrusel de cambios con la incorporación de Bueno y Marquitos sin que de ello se derivara algo positivo.
Solamente un disparo desde la frontal de Medunjanin y un par de acciones aisladas de Bueno inquietaron a Iraizoz, que no vio peligrar su meta en ningún momento. Nueva final perdida en la lucha por la salvación. Ya quedan menos por disputarse y, por desgracia en cambio, son más los puntos necesarios para alcanzar el objetivo de la permanencia.