No ha debido ser fácil. Es imposible que para un hombre como Carlos Suárez, que terminó fundido en un abrazo con Mendilibar en Tenerife el día del ascenso, fuera sencillo despedir al ya ex entrenador del Real Valladolid. Eran más que el presidente de un club de fútbol y el simple entrenador del equipo. Eran amigos. A Suárez le ha dolido tanto esa decisión como al resto de aficionados.
Ha sido un día duro para mí el del despido de Mendilibar. No lo voy a negar. Al meterme a la página del club por la mañana y encontrarme con que definitivamente Mendi estaba fuera, no me lo he querido creer. He cerrado y he vuelto a abrir el navegador varias veces a lo largo de la mañana, como con la estúpida esperanza de que la noticia no fuera verdad, o esperando simplemente que desapareciera. Pero no ha sido así. El entrenador que nos sacó –y de qué manera- del infierno de Segunda, desaparecía de Valladolid.
He sentido semejante impotencia, semejante rabia, que mientras tanto, casi sin darme cuenta, han venido a mi mente muchos recuerdos maravillosos. Por supuesto, el más grande de ellos, el sueño del ascenso que nos hizo vivir. Aquella temporada 2006/2007, mágica para todos los vallisoletanos en la que batimos un record histórico en Segunda División con 29 partidos consecutivos sin perder, jugábamos un juego bonito y vivíamos tardes bonitas en el José Zorrilla, vino traducida en recuerdos a mi mente. Como aquella victoria contra el Vecindario, el 15 de abril del 2007, en la que el equipo ya tenía prácticamente cerrado el ascenso y Zorrilla terminó haciendo la ola. El partido terminó 3-0.
O aquella otra mañana preciosa –algunos partidos de Segunda los jugábamos el domingo por la mañana- en la que parecía que iba a morir nuestra racha de imbatibilidad en El Ejido. Perdíamos por 2-0, pero estaba claro que esa temporada el Valladolid, encabezado por Mendilibar, estaba tocado por un ángel. Tras una remontada imponente, el Pucela terminó venciendo por 2-3 empezando la remontada con golazo de Álvaro Rubio. O por supuesto aquel ya mítico día en Tenerife, donde confirmamos nuestra vuelta a Primera, con goles de Víctor y Manchev. La fuente de la Plaza Zorrilla es testigo de el gran momento.
Ya más tarde, en nuestra primera temporada en la Liga de las estrellas, llegaron tiempos más complicados. Pero no dejaron de venir momentos que guardo en mi mente como tesoros. Aquel golazo de Pedro López a Casillas desde casi el medio del campo, o aquella remontada ante el Zaragoza en Zorrilla donde Víctor marcó de penalti y Llorente terminó de dar la vuelta al marcador, o aquel gol de Jonathan Sesma en el último minuto ante el Almería que daba media permanencia. Pero también hubo otros momentos a recordar, aparte de partidos, como que Llorente marcara el gol más rápido de la Liga en el José Zorrilla.
El año pasado nos ganamos el apodo de “matagigantes”. ¿Recordáis aquella remontada en Zorrilla ante el Sevilla, con golazo de falta de Canobbio incluido, o aquel 0-3 en casa del Villarreal con un Jonathan Sesma enorme, o aquel gol de Canobbio que tumbó al Real Madrid en nuestro estadio, o aquella victoria por 1-2 en Mestalla? Tocó sufrir al final de la temporada, pero no importaba, por que teníamos fe en Mendilibar.
Y ahora se ha terminado. Se va. El fútbol es así. Aquel hombre que ha sido capaz de crear fantasías en Zorrilla, ahora parece ser que no da la talla. Pero para mí, y para todos los pucelanos, no es así. Gracias, Mendilibar, por hacernos soñar, y por todos estos momentos que recordaremos siempre.